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Lástima que terminó..., por Hervé Tusak


Recibo la noticia, infausta, en medio de mis concentradas labores, en esta mañana espléndida, de las pocas que van quedando antes del descalabro mayor que significa el veraneo. Un pitido del celular, la pantallita que parapadea anunciando el nombre de mi buen amigo Luis. Poner en serio riesgo (sino derechamente sacrificar) los 114 pesos de su prepago habla a las claras de un tema mayor. Tal cual: la Agrupación Isla Negra acaba de fenecer. Cesó sus funciones, bajó cortina, me informa, de manera enteramente ignominiosa. Pocas veces el término "entre cuatro paredes", según él, se pudo emplear con mayor justeza. Claro: reparo que yo mismo pertenecía a la agrupación de marras (incluso por un breve período llegué a ocupar un cargo de cierta relevancia en su directiva). Ahora todo se ha acabado. Nadie supo, nadie se enteró sino hasta que los hechos estaban ya consumados. ¿Tú supiste?, es lo último que le alcanzo a oír decir justo antes que el prepago diga chauchera. La conversación queda suspendida. Me veo obligado a echar a andar la maquinita para poner en letras mis (inesperadamente sentidos) descargos.
La decisión tomada a una hora incierta de anoche -entre tintólios enchulados con frutilla que no bebimos, o más bien, no fuimos invitados a beber- alcanza cierta repercusión. No se puede hablar aquí del fin -de soberana arbitrariedad- de un colectivo social provinciano cualquiera, equivalente en peso y médula al centro de madres n°327 de Contulmo pa' adentro, con todo el respeto que me merezcan conglomerados de ese tipo. Aquí estamos hablando de la agrupación que nace dentro de un perímetro de tierra patria de imbatible prestigio -literario, artístico, cultural- integrado por algunas de las cabezas (o, si se quiere, personalidades) más preclaras, todo para generar proyectos de envergadura, de nivel, en una palabra, para seguir abonando el campo, para mantener a flote la (secreta) dignidad de una comunidad no elevada en número, pero sí -y con creces- en enjundia. Tampoco se trata -trataba, a estas alturas- de un grupito formado al amparo del Café de la Dama ni nada parecido: acá adentro había individuos de trayectoria vigente, activos, creativos a tope, no solamente diestros en el arte de dejar caer por el garguero mostos de las más variadas alcurnias y repasar con aletargado ritmo las cuitas de un pasado "comprometido y combativo". Se podría haber llegado a decir que el Vate estaba feliz con lo que se hacía, con lo que hacíamos. Ese toque. Pero ahora todo llegó a su fin. Se bajó cortina, lo repito. Me imagino que tal vez entre dos o tres tuvieron que hacer fuerzas para lograr bajar esa cortina que se negaba a estirarse por última vez.
¿Qué se puede hacer ahora? Averiguar al menos quién fue el de la guadaña. O dar la postrera pelea para que ese data-show -exclusivo patrimonio agrupativo- quede en "buenas manos"...

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Empatizo con tus sentimientos, sé de que escribres y lo sé porque es una historia que se repite demasiadas veces en nuestro país (me ha tocado de cerca): se cierran cortinas de instancias culturales (de las más diversas índoles) y se abren vertiginosamente "moles" que roban nuestra identidad rural o costera (para ellos es lo mismo), haciéndonos creer que dentro de ellos participamos de la modernidad y del lujo; es lo que va, lo que está "in".
Tengo una amargura que ya me desborda, una ira que no es fácil contener...me viene a la memoria unos versos de la Cantata de Santa María:"es peligroso pensar, amigos, es peligroso".
Mis más sentido pésame.
Acatarrado ha dicho que…
Una pena, una lástima, otra pérdida, otra merma importante para todos nosotros, humildes peones...
Américo ha dicho que…
Lo más terrible es que nadie le consiguió un curita, o un sacerdote, o por último un mistico engrupido para su última confesión y extremaunción. Se fue al infierno la pobre.

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