14/6/12

(Re) Encuentro de Hombres Notables

Nuestra pequeña historia patria ya recoge el caso de un impertinente quinceañero que deslumbra a doctos y aficionados cuando se le invita a improvisar frente a la batería una noche en el Club de Jazz de Santiago de Chile a mediados del siglo pasado. Y que no mucho después, ciego por la embriagadora estela del bebop, se zambulle en la frenética California de los sesenta, donde su oficio frente a los tambores terminará alcanzando niveles de rotunda maestría.
Pero quizá haya que revisar nuestra otra historia, ésa de órbita más recogida y concentrada, para enterarnos que ese mismo sujeto, aparte de las baquetas, maneja también los lápices y los pinceles, desarrollando toda una obra visual de indómitos destellos, y que incluso, como si con todo esto no bastara, se da maña para ir colgando en la web, con pulso apacible pero sostenido, los textos que su incombustible imaginación le va dictando.
También aquí se consigna el caso de otro sujeto de insolente precocidad que, como pasatiempo escolar, retrata a sus amigos en pequeños lienzos con inusitado manejo técnico, y que también no mucho después hace su personal viaje iniciático -esta vez a la cachonda Barcelona de los ochenta- donde timbra su propio certificado que lo inserta de lleno en aquella tan exclusiva como esquiva categoría de los maestros.
Recién hace pocos días, antes de los aguaceros y aprovechando las últimas tibiezas de junio, estos dos personajes se volvieron a reunir, tras años sin más que -acaso- oliscarse mutuamente los rastros dejados a la distancia.

En una mesa de Los Patitos de Algarrobo, nuestra cámara los captó en un instante memorable: