-Já, la Esther. ¿En verdad eso te dijo? -pregunta Fernanda, y dos arruguitas paralelas se intensifican donde nacen sus cejas.
-Sí, ¿por qué? ¿La conoces?
-Sí, la conozco -responde rápido-. No te puedo creer. No te puedo creer que te haya dado una respuesta tan chanta.
-Así no más fue. Quiero reflotar ese proyecto, pero ahora último no he tenido tiempo...
-Vamos a ir juntos a conversar con la Esther, ¿te parece? Me gusta tu idea, es necesario hacer algo así y la Fundación Neruda tiene que soltar las lucas -sentencia Fernanda, mientras con ambas manos tras la espalda se abrocha su sostén.
* * * * *
A una semana de iniciado el año, estos primeros días de enero se han presentado a pedir de boca de los todavía escasos veraneantes: largas jornadas de cielos inmaculados, sol en plenitud, fresca brisa que se intensifica levemente por las tardes. Margarita inicia su jornada de trabajo en su local de libros a eso de las dos de la tarde. Hacen turnos con Antonia. Todavía es prematuro emitir balances, la temporada recién comienza. Ayer, al desayuno, me informó de cierto cliente asiduo: el concejal Cáceres. El problema es que Margarita además de vender libros lee el tarot. A los interesados en el oráculo, los cita en un café del centro para hacer las lecturas. El concejal, manifestando un llamativo interés por esta clase de asuntos, se sentó media hora junto a ella para escuchar el mensaje de las cartas. Ella, con sus ojos grandes y profundos, escudriña con particular precisión en los vericuetos de la psiquis. Cáceres, entrando en los cuarenta y bombero activo todavía, se presentó ufano, sonriente, para según él, "saber de qué se trata eso del tarot". Margarita, que no prodiga risitas, tiene una mirada seria, y si no te cuidas, lacerante. Limita las lecturas a no más de una por día. Se concentra y suele leer el dictamen de la matriz simbólica con brutal elocuencia. En el caso del concejal, se presentó un nudo de tipo sentimental particularmente grueso. El tipo vivía una especie de soterrado pequeño infierno a nivel conyugal: una amante por ya varios años, una doble vida que estaba a punto de comprometer seriamente su salud física y mental, de no vencer su inercia y actuar con resolución. La sonrisita algo displicente del principio dio pronto paso a una expresión seca y demudada. Repuesto del golpe de aquella lectura, Cáceres empezó a visitar casi a diario el local de libros. Primero fue por textos vinculados al tarot, o bien que le brindaran, digamos, cierta orientación espiritual; ahora simplemente va, a conversar con Margarita. ¿En busca de la guía que prefiere obtener directamente de boca de ella en vez de darse el trabajo de escudriñar entre los libros que quizá apenas entiende? ¿En busca de, desechadas esposa y amante, esa tercera vía de redención amatoria, encarnada en la recia e innegablemente atractiva lectora del tarot? No me queda claro. Dentro del staff de concejales, Cáceres destaca claramente: una carrera sobresaliente como futbolista a nivel provincial y una labor como apaga-fuegos todavía activa le permiten lucir a los cuarenta una figura relativamente decente.
Mañana nos reuniremos con la directora del Museo, Esther Queirolo. Fernanda consiguió que nos recibiera en menos de una semana. Esto me habla que la relación entre ambas es, en más de un punto, muy cercana. Con los restos del Nobel todavía de viaje en laboratorios por pericias, no sé si sea el mejor momento para ir en busca de lucas. La siempre cuestionada Fundación que maneja el patrimonio del vate, tras el despido masivo de trabajadores de hace unos meses, no hizo sino tirarse kilos extra de antipatía encima. Pese a todo, Fernanda parece demasiado segura de que todo va a salir bien. Veremos qué pasa.
(Continuará)