5/4/11

Karadigma, por Hervé Tusak


Estoy cierto que han sido sus alcances teocráticos los que han hecho que el caso Karadima esté captando un interés tan macizo entre las sensibilidades más preclaras de este país; entre éstas, mi buen amigo Bilz. Desde su refugio campesino, Bilz no se ha detenido en los últimos días elaborando, a golpe de mouse, una brillante serie de comentarios visuales en torno a este candente asunto (como muestra, el botón de arriba). La breve aclaración aparecida hoy en el diario de Edwards firmada por Matte no hace más que acentuar mi criterio: el top 77 de los billonarios a nivel mundial viéndose obligado a hacer un rápido mea culpa, en pos de salvaguardar su imagen pública, reconociendo que erró al pretender reunirse en forma privada con el fiscal nacional, en su afán por defender incondicionalmente a su viejo amigo el cura. El consejo lanzado por la mismísima Sra. Matte a uno de los acusadores del vejete de los toqueteos, cuando recién se destapaba la olla, de que "mejor se fuera a Hollywood a exhibir sus dotes como actor" todavía resuena con demasiada claridad. Que gente tan encumbrada, tan emperingotada, haya prestado sus auxilios en forma tan abierta, tan desusadamente pública, mediática (diría, ordinaria) es algo que, en lo estrictamente personal, casi enternece.
Es que a veces vuelve a sorprender reparar el grado de encarcelamiento interno, encorsetamiento brutal en que vive toda esta gente. La cadena maciza que parecen cargar con cierto orgullo (orgullo de clase) y que, en casos como el del cura viciosillo de El Bosque, los hace reaccionar con la actitud enceguecida y obtusa propia del fanático.
Creo entender mejor ahora por qué toda esta gente pregona y suscribe con casi histérica vehemencia las virtudes del neoliberalismo: en el fondo ante tanta represión interna, ante tanto crucifijo flagelador, no les queda más que buscar consuelo entregándose de lleno a los desenfrenos del mercado.