24/2/14

Diario de un fotógrafo perdido en la costa (V)

-Las cosas nunca van a estar hechas como deberían hacerse. Siempre habrá espacio para la crítica, para la crítica malsana, para la queja. Es deporte nacional.

Dicho esto, Esther Queirolo, tras su escritorio en la estupenda oficina-buhardilla en el Museo Neruda de Isla Negra, sacude la cabeza, como un temblor apenas perceptible de un Parkinson incipiente, mientras deja caer la ceniza de su segundo o tercer cigarro dentro de una muy rústica -y tal vez también muy poética- concha de loco. A sus espaldas, el torreón gris de la mítica casa nerudiana se recorta sobre la diagonal verde oscuro de los pinos.

5/2/14

Años, Hernán Castellano Girón

Peccata minuta:  hay un cuento de Cesare Pavese del mismo nombre,  Anni.
      
Es de noche, la noche de Santiago, más noche  que en cualquier otra parte del mundo, porque en ella nunca amanece. 
Frente a un hotel de calle Londres encuentro a una puta muy linda, grande y aguileña, igual a la Genoveva que también patinaba frente a la salida del museo del claustro de San Francisco.
De eso han transcurrido al menos cuarenta años. Por lo tanto, no puede ser ella, pero podría ser su hija, recuerdo que entonces me la mencionaba cuando nos encontrábamos por mi necesidad y la suya (necesidades diferentes, que tocaban plexos diferentes pero al fin y al cabo cercanos). Tal vez fuera su nieta, o incluso la misma Genoveva con cuarenta años en este mismo ahora, porque sólo yo he transcurrido junto con todo el tiempo desaforado, en mí ha pasado todo el tiempo del mundo: el resto del universo y los seres que lo pueblan viven suspendidos en ese primer instante en que me dieron su cucharadita de luz.