20/12/11

Lo que la voz de Parsifal me dice

En un minuto de paz, convergemos en la simultaneidad de las cosas. Determinamos un tema... y se reparte. Repasando una biografía de Wagner, podemos evocar el preludio de Parsifal -esos nobles acordes de la orquesta- e imaginarlos sonando en un punto cualquiera de las recalentadas aceras de Santiago, o en las ya invernales de Nueva York, Londres o Shangai. Entendemos la mágica conexión que se establece por un motivo conjugado en común.
Así como el Parsifal, el tema pueden ser las declaraciones de Madame Lagarde dichas recién hace pocas horas: "la crisis puede alcanzar a todas las economías del mundo". Si bajo los sones de Wagner nuestra proyección mental se tiñe de recogimiento y serenidad, bien distintos son los colores con los que vibran las palabras de la jefa del FMI. La visión de una urbe bajo este último estrépito definitivamente parece acelerarse. Con Parsifal se siente estar frente a una visión que, pese a la densa estatura de los rascacielos y el implacable gris de las calles, transmite cierta bienhechora vibración que se impone, por sobre todo. Por el otro lado, justo lo contrario: la calamidad que está al acecho, siempre, y no nos queda más que reagudizar nuestro reptiloide instinto de supervivencia para tratar de salir adelante.
De ese efecto bienhechor le hablo a un amigo. Activista anti-NWO recalcitrante, me advierte que la coyuntura mundial es única, álgida, bien especial, que hay que redoblar la agudeza, la perspicacia, que la lucha que se libra ahora mismo es crucial y no podemos bajar la guardia.
Capto que no me está contradiciendo. Que pese a todo, los elevados influjos de la música se mantienen incólumes. Que ya no hace falta pelear por tonteras, defender posiciones sin sentido. Que lo único que importa es centrarse en uno mismo y volver a creer en ese imbatible poder que anida dentro de cada uno de nosotros.

Quien quiera escuchar el preludio de Parsifal interpretado por Barenboim, pinche aquí.