23/9/11

Jorge Fuentes, el Trosko


Por Patricio Figueroa M-G

Mi amigo el pintor Rodrigo Calderón Martínez me ha enviado un correo pidiéndome un comentario ya que supo que conocí como militante a Jorge Fuentes, el Trosko. El que su deceso, ocurrido hace casi 40 años, haya convocado el intercambio entre sus compañeros de generación liceana se debe, creo, a sus convicciones, a su personalidad y a las horrorosas circunstancias que rodearon su muerte. Muchos testigos han dado cuenta de su secuestro en Paraguay y de su internación clandestina en Chile a manos de militares miembros de la llamada Operación Cóndor que, entre los ejércitos del Cono Sur, coordinaba las “labores de desaparición de personas”. La Cóndor, aplicada en el marco de la doctrina de la Seguridad Nacional norteamericana, fue puesta en ejercicio por todas las fuerzas armadas de los países de la OEA para asegurar la inamovilidad del sistema capitalista y de los intereses imperiales. Las fuerzas armadas eran -y son- para el capitalismo las detentadoras legítimas de la violencia. Sus tropas son entrenadas para asesinar sin ese feo nombre. Su expertez es matar al menor costo y su acción se disfraza, en los conflictos internos, por paz social. La paz de los sepulcros. La mantención sistémica. La salvaguarda de los que detentan el poder, es decir los muy muy ricos.

Luchábamos entonces, como lo hacen ahora los sectores más claros de nuestra juventud, por un cambio estructural. Un cambio revolucionario que abatiera la explotación e instaurara una real justicia económica y social. Un sistema que asegurara los derechos fundamentales a la salud, la educación, la vivienda, la recreación y el deporte. Un sistema solidario, horizontal y libertario. Creíamos en que la historia la hacen los hombres y que de entre ellos hay quienes piensan y defienden la voluntad de cambio. Éramos utópicos. Teníamos una esperanza y nuestras acciones iban consecuentes a la concreción de la misma: peleábamos por el futuro, sin egoísmos, intereses mezquinos y sin miedo, como hoy lo hacen miles y miles de estudiantes.

Después del golpe, en esos años, para justificar la masacre consumada contra ciudadanos inermes, aquel festín de sangre que se dieran los defensores del sistema, inventaron el Plan Z, de multitudes armadas, 50 mil cubanos enemigos y patrañas estúpidas. Organizados quedamos muy pocos. Y dentro, en el país, sólo sobrevivientes. Intentar reagruparnos era la inmensa tarea del momento y Jorge Fuentes sin vacilar tomó su puesto. Las fuerzas conjuntas militares lo cazaron como a animal salvaje. Y como sólo era un ser humano lo trataron cual perro. Los delincuentes y fascistas de cuello y corbata que sacaron su miedo con la mano de gato de su ejército, corifeos del cruel tirano astuto y mano larga que usurpó la presidencia en Chile; no tuvieron piedad. Lo torturaron para hacerlo quebrar sus convicciones, delatar a sus pares, fracturarlo.

No lo logaron y el Director Supremo de ese siniestro circo mandó al Mamo Contreras, su verdugo, asesinarlo, de a poquito. Después de meses de infierno, le inocularon rabia. El virus de la rabia que en humanos tiene según la descripción científica: “fiebre acompañada de dolor de cabeza y depresión nerviosa. La víctima comienza a mostrarse inquieta y agitada, sufre espasmo severo en la laringe, comienza a respirar dificultosamente. Los espasmos se extienden a los músculos en forma intermitente, acompañados por temblores, taquicardia y detención de la respiración. Ataques de terror y depresión nerviosa, presentando tendencia a la vociferación, los alaridos y la agresividad, con accesos de furia, alucinaciones visuales y auditivas, babas y delirio. Ese período de extrema excitación dura tres días, y enseguida le sigue parálisis del rostro, de la lengua, de músculos de deglución, los oculares, y las extremidades de los miembros. Sea cual fuere el tipo de la rabia siempre presenta una evolución inexorablemente fatal para el paciente.”

Así, de esa manera infame imprescriptible, terminó nuestro camarada y compañero. Hoy ese ejército es el mismo, la reacción extrema es el poder y vientos ominosos ya se anuncian. En Valparaíso, en Punta Arenas, en Santiago ha habido secuestros, amenazas y tortura a estudiantes. Un antiguo CNI, el señor Labbé, lanza bandos militares a nuestros hijos que luchan por las mismas banderas que defendiera Jorge Fuentes. Si honramos su memoria y su martirio debiéramos continuar su puesto en la defensa de la dignidad, la justicia y la real democracia. Mientras toleramos que el Augusto Ramón muriera en cama y el Mamo haga su vida en cárcel de oro, no toleremos más que se repita la ignominia que sufrió Jorge en nuestros jóvenes.

¡Jorge Fuentes, el Trosko, viva en nosotros, siempre!

13/9/11

Levantemos Chile


Por estos lados, viene de terminar una mega-romería en honor a un filántropo. Y como además de hombre de negocios y destacado motivador social, el homenajeado era aficionado -cuestión de familia- a las velas, zarparon decenas de yates a dar una vuelta por la bahía a modo de último adiós. La historia es por todos conocida pero conviene repasarla en un par de líneas: tras el devastador remezón de febrero del 2010, la costa desde San Antonio a Talcahuano fue acaso la zona del país que sufrió con mayor rigor el brutal reacomodo de las placas de Nazca y Sudamericana; decenas de pequeños poblados se vinieron literalmente al suelo, tras ser castigados por partida doble tanto por la sacudida telúrica como por la incontenible arremetida de los mares. Ante tan desolador panorama, emergió la figura, ampliamente difundida por los medios, de este singular personaje que sin ser funcionario de gobierno ni pertenecer a ONG alguna se autoimpuso la tarea de ayudar en la reconstrucción del país, levantando una escuela ahí donde no habían quedado más que fierros retorcidos, entregando nuevas embarcaciones a los pescadores que no habían logrado rescatar más que algunos remos y redes maltrechas tras el avance devorador de las olas. Y así. Se convirtió, en breve, en una suerte de espontáneo e ideal "elemento de enlace" entre el mundo empresarial -de donde provenía- y los sectores más duramente afectados por el terremoto.
Hasta cierto punto, en las últimas décadas el canon mercantilista (o "doctrina del mall") nos ha sometido a tal punto que a nadie le llamó demasiado la atención ver el grado de protagonismo que este empresario adquiría en las labores de reconstrucción. Mal que mal, habremos pensado muchos, la ecuación es la correcta: las lucas están en las empresas, quien sepa llegar ahí asegura que todo se mueva de manera más rápida y efectiva. El Estado -y déjate ya de trasnochadas insinuaciones- hace rato que ya dejó de ser el único y exclusivo gran padre socorredor y asistencialista. Si lo que se buscan son soluciones rápidas, efectivas y modernas, ya nadie siquiera duda que es hacia el mundo privado donde hay que apuntar. Las labores de reconstrucción de un país -escuelas, hospitales, calles y plazas- no son la excepción.
Mal que mal -habremos repetido a coro todos nosotros-, nuestras autoridades están para otras cosas, para otros asuntos. Para administrar el fundo. Y, dichas las cosas sin remilgos, tan mal no lo han hecho: hoy las arcas fiscales gozan de un superávit inédito; más de 2.700 millones de los verdes (correspondientes al primer trimestre del año en curso) pasan a engrosar el colchón para... ¿qué? En fin. El ABC de cualquier criatura con un mínimo de sentido común (de la economía) capta que el ahorro es un hábito deseable, apretarse el cinturón nunca viene mal, máxime cuando se trata de un país chico y -horror de horrores- el panorama mundial anuncia nubarrones para nada amigables. Por lo demás, y que quede más que claro, nuestros 2.700 milloncitos es una cifra exigua frente a los 30.000 habría que desembolsar para volver a poner en pie hasta el último ladrillo que los reajustes tectónicos tuvieron la desatinada ocurrencia de echar abajo. De hecho, el solo patrimonio del clan número uno en Chile según Forbes, los Luksic, lo sobrepasa con largueza: 19.200. Es decir, puestos los números sobre la mesa y dicho en buen chileno, harto más importante sería esperar que se rajen los Luksic a que lo haga Tatán con sus cagonas veinte chauchas.
En el merecido homenaje de esta tarde, cada uno de los dueños de yate que tripulaban en fila sobre las esta vez dóciles aguas del Pacífico tenían más que claro este punto: siempre es admirable que exista alguien que haga lo que ya nadie está dispuesto a hacer. Hasta el límite de la autoinmolación.