Por Pablo Salinas
Tras algo más de un año de tramitación, el miércoles 7 recién pasado el Ministerio de Agricultura argentino dio a conocer una medida que, casi desapercibida en Chile, puede terminar acarreando repercusiones de envergadura no solo a nivel nacional, sino a escala planetaria: la primera semilla de trigo intervenida genéticamente obtuvo luz verde para su comercialización. Bajo el nombre de HB4, este nuevo invento de la bioingeniería tiene -al menos- dos particularidades que merecen consignarse. Es el fruto del trabajo de un equipo de técnicos argentinos, liderado por Raquel Chan -bioquímica nacida en Buenos Aires en 1959 y formada en Israel- y, además, tiene como su punto de origen uno de los países más larga y fuertemente asociados a la agricultura en base a material genéticamente manipulado, como es la soya TH, diseminada en millones de hectáreas por los campos trasandinos.