28/9/12

Protestas estudiantiles: ¿para entrar o reemplazar el sistema?, por Alfonso Salinas M.


Las sutilezas suelen marcar diferencias radicales. Según cómo interpretemos las demandas estudiantiles, las respuestas requeridas pueden ser paradigmáticamente distintas. La interpretación del Gobierno, la clase política en general y la mayoría de los analistas (llamémosla, la oficial) pone todo el acento en las desigualdades de la calidad de la educación recibida por los estudiantes de distintos estratos socioeconómicos, medida según pruebas estandarizadas (Simce, PSU) y determinada por las diferencias en las capacidades de pago, consecuencias a la vez de la inequitativa distribución del ingreso. Bastaría entonces con acortar las brechas de resultados entre los colegios de los pobres y los ricos, y asegurar el financiamiento de los pobres a la educación superior. Si todos pudieran acceder a una educación como la del Instituto Nacional, el problema estaría resuelto.

Sin embargo, una mirada distinta, más allá del problema de platas, apuntaría al paradigma en el cual se centra el modelo educacional. En la interpretación oficial, la educación representa principalmente un instrumento para poder ganar plata. Así, de lo que se trata es de recibir las herramientas para poder ingresar a una carrera que ofrezca mayores posibilidades de empleabilidad y por ende mejorar el estatus socioeconómico. La adquisición, normalmente bastante mecánica, de técnicas y hábitos útiles para la producción y lo que el mercado valora, es lo que pretenden capturar las pruebas estandarizadas con
las que se mide el éxito del proceso educativo.  Una mirada alternativa concibe el propósito de la educación en directa relación al desarrollo integral del ser humano, lo cual va más allá de la adquisición de hábitos funcionales a la disciplina del trabajo para producir cosas y de conocimientos intelectuales. En esta mirada, la educación tiene como propósito no sólo entregar conocimientos sino que incentivar la creatividad y la capacidad de discernimiento y comprensión de la realidad, aumentar la conciencia del individuo respecto a sí mismo y su entorno, ayudar a un desarrollo emocional armonioso, a regirse respetando valores éticos aceptados no como dogmas externos sino que como resultados de la autonomía del individuo.

Si bien lo anterior no se logra con que las escuelas bajo el paradigma actual aumenten sus horas de educación física, cultura cívica, religión, arte y/o filosofía el generalizado desprecio por estas disciplinas, así como el enfoque con que éstas son abordadas (superficial, memorión, estrecho, dogmático, formal) resulta elocuente respecto a lo que el sistema busca lograr con la educación que entrega.

Para quienes suscribimos esta mirada alternativa, existe una coherencia entre cómo las personas son educadas y cómo funciona la sociedad. La existencia de amplios problemas medioambientales es un reflejo de la inconsciencia en cómo nos relacionamos con nuestro entorno natural; las amplias desigualdades y millones de humanos viviendo en la miseria, consecuencia de una vida donde prevalece la competencia y el egoísmo de los individuos; las guerras y violencia, consecuencia de personas violentas y frustradas; un modo de vida estresado, dominado por el trabajo excesivo y la producción de cosas que no necesitamos, resultado del actuar irreflexivo y mecánico de los hombres, que sólo reproducen estructuras, hábitos y formas de organización de las cuales parecen más bien víctimas y esclavos que rectores conscientes… La existencia de todas estas características en el hombre de hoy y por ende en la sociedad, no está desligada de cómo nos educamos. Así, podemos buscar ser aun más efectivos y eficientes en lograr que todos nuestros jóvenes accedan a esta forma de educación. Alternativamente, un vuelco en el anterior estado de cosas requiere una educación que, mediante un enfoque radicalmente distinto al actual, busque desarrollar personas igualmente distintas. Si ésa fuese la inspiración (al menos de algunos, o en parte) de la insatisfacción de nuestros jóvenes con el modelo educativo imperante, me temo que el éxito de los esfuerzos actuales sólo contribuirá a profundizar la producción en masa de sujetos que ingresan a muy temprana edad a una maquinaría educativa con propósitos muy distintos a los que esos jóvenes vislumbran, y a mi juicio necesitamos.

1 comentario:

ana maría dijo...

Bien Batallador, comparto 100% tus ideas, estamos inmersos en una sociedad consumista y pragmática (me incluyo) pero con la esperanza de algunos de revertir esos códigos. Los cambios deben necesariamente partir desde el pilar de toda sociedad: la educación entendida como formadora de seres humanos íntegros.
un abrazo