20/9/12

Albert, el pastelero, por Pablo Salinas

Debo formular una crítica a Einstein. Sabemos que en vida el judío-alemán de la proverbial cabellera fue blanco de distintos disparos: que, siendo pacifista declarado, ante la amenaza de Hitler llamó a abrazar la guerra, que las bienpensantes señoras de USA le mostraron los dientes por haber deslizado puyas contra el capitalismo, que su rechazo a la fabricación de la bomba atómica no habría sido suficientemente claro y decidido... En fin. Mis dardos ahora no apuntan a aspectos de su conducta cívica, su consecuencia moral y esas clase de asuntos. Mi crítica tiene que ver, me parece, con aspectos estrictamente relacionados a su real estatura como "hombre de ciencias". Porque no se hizo cargo, como correspondía hacerse, de su propia fama. El hombre -y permítanme que lo lleve a estos términos- fue un destacado, un brillante pastelero, que en el curso de sus experimentaciones culinarias, dio con algo francamente extraordinario: en su infatigable esfuerzo por perfeccionar la receta de la mejor de las cremas elaboradas hasta entonces, da con un procedimiento por el medio del cual, tras determinado tiempo de batido, la crema, por ejemplo, desaparece. Esta crema, invisible y todo, aún así existe, tiene sabor y se puede ofrecer y exponer como un producto gastronómico. Un producto gastronómico de primerísimo nivel, por cierto. Pero la crema -y este es el evento trascendente que nadie con un mínimo de sensatez puede pretender llevar a un segundo plano- ha desaparecido. Con todo, de ahora en adelante podrá sacar provecho de por vida a su fabulosa receta, lo invitarán de todos lados, el mundo entero querrá saber un poco más de aquel sujeto que ha logrado hacer un truco tan fascinante como incomprensible.

Einstein y la crema que desaparece o... Einstein y E=MC2.

Más bien movido por ese muy racionalista afán de unificar los campos de conocimiento, y estoy seguro que sin verdaderamente quererlo, casi a su pesar, Einstein martilló de lleno sobre los pilares de la física clásica. Digo estar seguro de ello porque de otra forma no se entendería la manera cómo enfrentó las posteriores consecuencias que trajo consigo su más célebre teoría. Indagó en el comportamiento atípico, no-clásico, de la materia pero, por otro lado, machacó invariablemente con un "Dios no juega a los dados" frente a cada atrevido avance de sus colegas en el terreno de lo cuántico. Los libros de historia recogieron solícitamente los dictámenes de una prensa obnubilada y el hombre se irguió sin contrapesos como el paladín de la tan alucinante como incomprensible nueva ciencia. En otras palabras, Einstein se convirtió muy rápidamente en una figura frívola, una medianamente sofisticada pieza de merchandising. Y así, la brutal trascendencia que subyacía en sus tempranos hallazgos pasó, indefectiblemente, a un segundo plano...

Tomen un lápiz y subrayen los acontecimientos más relevantes registrados en las dos primeras décadas del siglo XX. El resultado estremece: Picasso se interna en las honduras del arte africano y reconfigura el concepto de estética imperante por siglos en el arte clásico, Stravinsky y su salvaje y polirrítmica Consagración de la Primavera hacen otro tanto en el terreno de la música, Freud y Jung más allá de lo hasta entonces academicamente aceptado exploran en el estudio del inconsciente... Y Einstein anuncia el flagrante vínculo entre energía y materia. Vivekananda, como portavoz de una sabiduría milenaria, pudo haberse explayado décadas atrás, en una sala londinense, sobre la naturaleza eminentemente energética de la materia. Pero ahora era un científico, un alumno modelo del racionalismo de occidente, el que aplicando la metodología más rigurosa llegaba a una conclusión equivalente. El místico hindú y el "hombre de ciencias" europeo se daban la mano. ¿Einstein entendió en algún momento a quién tenía del otro lado?

Tras ese fenomenal inicio del siglo, ¿qué? La guerra, no una sino dos grandes guerras. Dos grandes antídotos, dos grandes vacunazos inoculado a nivel "humanidad", de manera de entregarnos, tras cuarenta años de tensión y refriega, un flamante prototipo rebajado a niveles esperpénticos, que calzaba bluyines, se engominaba el pelo y parecía alcanzar su peculiar samadhi corriendo a toda velocidad al volante de su descapotable. Este fue, al fin de cuentas, el hijo de la era atómica. De esta manera ahora podemos tener, por dar un ejemplo, a un viejo chico, canoso, y que responde al nombre de Gerhard Richter, que con un pedazo de latón que pasa fruncidamente sobre la superficie humedecida en pintura de la tela compone sus obras y es elevado a la categoría de gran maestro del arte contemporáneo. Un estudiante de bellas artes, en busca de algo de orientación formativa, abrirá una revista especializada, se enfrentará a un extenso reportaje y dirá: "Oh, Gerhard Richter". Los manejos de la prensa, en directa consonancia con los intereses del sistema, siguen fabricando y sepultando a sus figuras. El melenudo inventor de la relatividad fue una de ellas, que ante la radicalidad que imponían sus hallazgos nunca estuvo a la altura. Quizá nunca tuvo suficientes luces como para estarlo. Su más enquistada intención fue siempre avanzar en el mismo sentido en que sus predecesores lo habían hecho y cuando algunos de sus colegas más avispados le avisaron: "Ey, llegamos a una zona en que los caminos se multiplican, ya no tiene sentido seguir por ahí", él prefirió justificar su rechazo echando mano a un muy poco serio recurso: el comodín "Dios"

2 comentarios:

Orlando dijo...

Tu articulo, me resulta de inusitada facilidad en su lectura, es ameno, bien escrito, tajante e incluso a ratos , mas coloquial de la cuenta. Se lee con ese encanto, que se lee la buena prensa, esa que ya casi no existe (por estos pagos) pero si es posible encontrarla en Argentina y por sobre todo en el lenguaje anglo.
Ahi he visto esta agilidad irreverente y sustanciosa. En la forma.

En el fondo, producto de mi ignorancia en muchas de las materias que soslayas, no logro armar el rompecabezas algo ironico que despliegas y mi mejor atencion se desvanece, al no conocer ni siquiera de oidas al guru aquel que desde su frugal cuenco, con algo de arroz con curry, espeto teorias similares a la del pastelero, motivado por el movimiento de las hojas del cerezo.
Se conocieron ambos, supieron que se estacionaron en el mismo parquedero, en los planos sutiles?....lo ignoro.

Emerge de pronto y en paralelo, el gran pesado, el reponsable de: cuando todo pendia de un hilo.... el, Picaso, le corto el hilo, como decia su amigo Rafael.
El calvo este, simplemente tiro el mantel con la cena servida de siglos, derramando manjares, fresas, betarragas, nectares colorinches, vegetales recocidos, vinos variados, aliños y exhibio el mantel en un marco digno, ante la perplejidad.
Y la inusitada opinion unanime fue.....que " descompuso todas las cosas, para hacerlas mejores"

En los Ritos de la Primavera solo conozco fragmentos aislados, lo suficientemente fuertes si, como para reconocer, como el musico brillante este, marco tendencias, ilumino caminos en la armonia, de eso no cabe dudas......es la crema, el batido que tu mencionas, el que entre otras cualidades, la mas llamativa para mi seria la posibilidad de ser invisible...no obstante fue el amasijo, la manifestacion popular de la formula elevada, la que dio origen a tantas manifestaciones tan particulares , que en nada deberia extrañarnos, que personajes como James Dean y su segundon, Sal Mineo, llevaran como unica arma en sus breves vidas, una peineta en el bolsillo trasero de sus Pecos Billes y que su comportamiento reflejara ya! que la "crema" ya estaba quedando.
Y de la formula magica..... a las migajas que le llegaron a las masas, terminamos con una adaptacion del termino que una de sus asepciones, permite justificar que: en la medida que esto es bueno para mi....el resto se puede estar
yendo a la misma mierda.
En este y el contexto que sea, ahi si, no me es posible hablar, vislumbrar tan solo el concepto de Dios, por lo que con toda humildad, me permitire omitirlo

Fernando dijo...

Además ahora se ha descubierto que el tipo era un jodido peso pesado. Asimismo, en ánimo revisionista, habría que echarle un ojo a varias otras figuras que rodarían del pedestal sin mucho esfuerzo...