Por Pablo Salinas   Su caso no fue, por cierto, el de un artista incomprendido. Al contrario, el fotógrafo Sergio Larraín  alcanzó en vida un reconocimiento pleno, incluso rutilante, al punto que ya antes de cumplir 30 la prestigiosa agencia Magnum  lo enroló entre sus filas y sus fotos eran codiciadas por las principales publicaciones del planeta. Su carrera no fue larga, por opción personal; en ningún caso, porque la musa lo haya abandonado o la crítica dado la espalda. El hecho es que, tras su muerte, hace más de una década, la fama no lo abandona y, más bien, se acrecienta. Hoy, Larraín es el referente máximo de la fotografía chilena, inspira novelas y documentales y se le sigue estudiando desde distintos frentes con avidez y pasión. Dejó, como todo artista, obra que, por diversas razones, no llegó a circular públicamente. Material de calidad que enriquece y complementa el perfil del creador desaparecido. A inicios de la década de 1980, cuando ya se había desligado de Magn...
Desde el litoral