21/6/20

La dramática y poco conocida realidad de los pesticidas en Chile

 
El miércoles 17 de junio recién pasado se dio a conocer en Francia un estudio sobre una materia poco atendida pero altamente relevante: la presencia de pesticidas en el agua potable. 

Pero hablar de “pesticidas” es vago. Se trata de agrotóxicos -productos químicos empleados en labores agrícolas- que, en rigor, se deben definir como perturbadores endocrinos (PE), cancerígenos mutágenos y reprotóxicos. Estos productos ampliamente utilizados en casi todo el mundo (según la legislación imperante en cada país, como veremos más adelante) concentran sus efectos nocivos en la salud humana y de los organismos vivos en esos tres aspectos: alterando el normal funcionamiento de las glándulas endocrinas lo que genera un desequilibrio hormonal, aumentando la mutación celular propiciando la aparición de cáncer y alterando la fertilidad.

El estudio dado a conocer esta semana, llevado a cabo por la ONG Générations Futures, arrojó resultados alarmantes, detectándose una presencia porcentualmente alta de diversos pesticidas (35,6% de las muestras analizadas), muchos de los cuales tienen uso prohibido dentro de la Unión Europea desde hace años. De las 10 moléculas más detectadas, 7 son de uso ilegal, sin embargo, aun permanecen plenamente presentes en el medio ambiente. El director de la ONG, François Veillerette, sintetiza el fenómeno: “esto demuestra que pagamos la contaminación del agua durante largo tiempo, ya que una vez que los pesticidas están en el suelo, descienden lentamente hacia las napas freáticas, lo que puede significar un período de años, a veces diez o veinte años.” 


 Portada del estudio dado a conocer el 17 de junio

El cuadro agudiza su gravedad cuando salimos de la Unión Europea y nos enfocamos en la realidad de nuestros países latinoamericanos. En Chile, de hecho, de los 10 pesticidas presentes en el agua potable francesa, solo uno está prohibido (el alacloro, desde 2011). El resto, todos gozan de completa autorización para comercializarse, distribuirse y usarse en labores agrícolas. Echemos una mirada a cada uno de ellos:

Metolacloro: Herbicida. Calificado por la Agencia de Protección Ambiental de EEUU como cancerígeno. La misma multinacional Sygenta, su fabricante, advierte sobre su capacidad de contaminar las napas subterráneas. Estudios han comprobado su efecto nocivo en los linfocitos humanos y en el crecimiento celular.

Antraquinona. Fungicida. Efecto repulsivo en aves. Irritante.

Simazina. Herbicida. De la familia de las trizinas. Estudios demuestran que genera aumento en aparición de tumores mamarios.

Atrazina. Herbicida. Uno de los herbicidas más usados en todo el mundo y, también, uno de los más dañinos para la vida vegetal, animal y humana. Pertenece a la misma familia que la simazina y actúa inhibiendo la fotosíntesis. Señeras son las investigaciones del biólogo afroamericano Tyrone Hayes quien, contratado en 1997 por la suiza Novartis -hoy Sygenta- para estudiar este agroquímico, descubre sus importantes efectos adversos. La firma prescinde de sus servicios, pero Hayes prosigue con sus indagaciones en forma independiente. La atrazina es un poderoso inductor de cáncer mamario y de próstata, generando desarreglos reproductivos en anfibios y un extraordinario fenómeno de cambio de sexo en renacuajos. Entre 2002 y 2006, el Instituto de la Salud y la Investigación Médica de Francia (INSERM) realizó un profundo estudio en 3.500 mujeres en estado inicial de embarazo, detectándose que aquellas con trazas de atrazina en la orina tenían un 70% de riesgo suplementario de dar a luz niños con una “débil circunferencia craneal” con, por tanto, menor desarrollo cognitivo.

Oxicidil. Fungicida. Cancerígeno. Irritante del hígado.

Diclorobenil. Herbicida. Tóxico en mamíferos, organismos acuáticos y abejas. Efecto en hígado y riñones. Desde mediados del 2000, diversos estudios coinciden en destacar que resulta moderadamente persistente en los suelos pero altamente persistente en el agua.

La publicación de este estudio francés se hace mientras en Chile el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) gestiona una actualización normativa para el uso de material genéticamente modificado en el país, cuestión que, en la práctica, se traduce como un esfuerzo para fomentar el desarrollo de los transgénicos (OGM) dentro de la producción agrícola nacional. Tras algo más de veinte años desde que su uso se extendió y se hizo intensivo en gran parte del planeta, la promesa de los OGM terminó desvaneciéndose miserablemente. La intervención genética de las semillas para conseguir plantas impenetrables para las plagas no consiguió otra cosa más que propiciar la aparición de “super-malezas” y “super-insectos”, generando, de esta forma un cada vez más alto uso de pesticidas.

Pesticidas que, como ahora sabemos, no solo terminan cargando de tóxicos los vegetales que día a día nos sirven de alimento, sino que además llegan al agua potable de millones de hogares.

Visite la página de la Red de Acción de Plaguicidas (Chile):
RAP-CHILE

1 comentario:

Gonzalo F dijo...

Muy interesante información, sobre un asunto del que se conoce poco. Estar atentos.