Las sutilezas suelen marcar diferencias radicales. Según cómo  interpretemos las demandas estudiantiles, las respuestas requeridas  pueden ser paradigmáticamente distintas. La interpretación del  Gobierno, la clase política en general y la mayoría de los analistas  (llamémosla, la oficial) pone todo el acento en las desigualdades de la  calidad de la educación recibida por los estudiantes de distintos  estratos socioeconómicos, medida según pruebas estandarizadas (Simce,  PSU) y determinada por las diferencias en las capacidades de pago, c onsecuencias a la vez de la inequitativa distribución del ingreso.  Bastaría entonces con acortar las brechas de resultados entre los  colegios de los pobres y los ricos, y asegurar el financiamiento de  los pobres a la educación superior. Si todos pudieran acceder a una  educación como la del Instituto Nacional, el problema estaría  resuelto.   Sin embargo, una mirada distinta, más allá d...
Desde el litoral