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El Parque Cultural de Valparaíso


Ayer visité el flamante Parque Cultural de Valparaíso (PCdV). La historia, aunque conocida, no deja de ser relevante: tras el cierre de la cárcel que funcionara por más de 150 años en un cerro del puerto, distintas agrupaciones culturales de la ciudad ocuparon sus abandonadas dependencias para desarrollar ahí sus actividades. Podría rastrear en los criterios enarbolados por éstas al momento de instalarse en el lugar para así recomponer de mejor forma toda la actual escena, pero, en estricto rigor, da lo mismo: si lo que entonces preponderó fue la necesidad ciudadana de sanear un espacio con una carga tan densa por medio del ejercicio de la expresión artística, o si, simplemente, fue la urgencia por hacerse de recintos públicos adecuados para el esparcimiento y la diversión. Como haya sido, el hecho es que hoy se levanta ahí uno de los complejos culturales más grandes y modernos del país. Sobre las "ruinas" de la antigua cárcel.

Con entera lógica, el actual proyecto busca alejarse conceptualmente de todo el lastre del pasado (de hecho, se refunda como "parque" y se deshace del pesado mote de "ex-cárcel"). ¿De qué manera se entiende entonces que se conserve íntegra la enorme e inconfundible fachada de las ventanas diminutas con barrotes? ¿Para que cuando se transite por los pasillos de las nuevas dependencias nos recreemos con las escenas de rústico panteísmo pintadas por los reos del ala evangélica del antiguo penal? ¿Para que nos sea más fácil ubicar el lugar exacto donde habría sido asesinado un preso político apenas adolescente? Es demasiado obvio que cuando se opta por conservar lo antiguo es porque se busca mantener viva la memoria. Pero en este caso no estamos hablando de Villa Grimaldi. El parque que aquí se levanta, el discurso conceptual que en este caso se levanta, busca proyectar y generar un diálogo nuevo con la ciudad, dejando necesariamente atrás un capítulo oscuro, sórdido y brutal, como es la historia de ésta y de cualquier cárcel del planeta.

Evito cualquier consideración vinculada a lo energético. Me refiero aquí a lo que tiene estricta relación con lo conceptual, con lo intelectual, con -a lo más- lo simbólico. Y el contraste es -no encuentro mejor palabra- lacerante. Enarbolar razones de "conservación del patrimonio arquitectónico de la ciudad" vinculadas a una cárcel en el caso de un proyecto cultural ambicioso, pujante y en tantos aspectos admirable como el PCdV es un abierto despropósito. Una muestra más de nuestra todavía inmadura y contrahecha identidad como país en materias culturales.

Comentarios

Don Bilz ha dicho que…
Comparto a cabalidad el comentario y vision de Herve. No conozco el recinto, ni quisiera conocerlo, por alli circularon (o circulan?) lo peor de lo peor de nuestro genero.
Una carcel solo cumple dos funciones: Carcel o Escombros. Ni el mas brillante Arte podria llegar a iluminar la obscuridad recondita del sufrimiento y la maldad.
Anónimo ha dicho que…
Es lo mismo que pensé yo: qué tiene que hacer un centro cultural en medio de una ex-cárcel?

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