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Jorge Fuentes, el Trosko


Por Patricio Figueroa M-G

Mi amigo el pintor Rodrigo Calderón Martínez me ha enviado un correo pidiéndome un comentario ya que supo que conocí como militante a Jorge Fuentes, el Trosko. El que su deceso, ocurrido hace casi 40 años, haya convocado el intercambio entre sus compañeros de generación liceana se debe, creo, a sus convicciones, a su personalidad y a las horrorosas circunstancias que rodearon su muerte. Muchos testigos han dado cuenta de su secuestro en Paraguay y de su internación clandestina en Chile a manos de militares miembros de la llamada Operación Cóndor que, entre los ejércitos del Cono Sur, coordinaba las “labores de desaparición de personas”. La Cóndor, aplicada en el marco de la doctrina de la Seguridad Nacional norteamericana, fue puesta en ejercicio por todas las fuerzas armadas de los países de la OEA para asegurar la inamovilidad del sistema capitalista y de los intereses imperiales. Las fuerzas armadas eran -y son- para el capitalismo las detentadoras legítimas de la violencia. Sus tropas son entrenadas para asesinar sin ese feo nombre. Su expertez es matar al menor costo y su acción se disfraza, en los conflictos internos, por paz social. La paz de los sepulcros. La mantención sistémica. La salvaguarda de los que detentan el poder, es decir los muy muy ricos.

Luchábamos entonces, como lo hacen ahora los sectores más claros de nuestra juventud, por un cambio estructural. Un cambio revolucionario que abatiera la explotación e instaurara una real justicia económica y social. Un sistema que asegurara los derechos fundamentales a la salud, la educación, la vivienda, la recreación y el deporte. Un sistema solidario, horizontal y libertario. Creíamos en que la historia la hacen los hombres y que de entre ellos hay quienes piensan y defienden la voluntad de cambio. Éramos utópicos. Teníamos una esperanza y nuestras acciones iban consecuentes a la concreción de la misma: peleábamos por el futuro, sin egoísmos, intereses mezquinos y sin miedo, como hoy lo hacen miles y miles de estudiantes.

Después del golpe, en esos años, para justificar la masacre consumada contra ciudadanos inermes, aquel festín de sangre que se dieran los defensores del sistema, inventaron el Plan Z, de multitudes armadas, 50 mil cubanos enemigos y patrañas estúpidas. Organizados quedamos muy pocos. Y dentro, en el país, sólo sobrevivientes. Intentar reagruparnos era la inmensa tarea del momento y Jorge Fuentes sin vacilar tomó su puesto. Las fuerzas conjuntas militares lo cazaron como a animal salvaje. Y como sólo era un ser humano lo trataron cual perro. Los delincuentes y fascistas de cuello y corbata que sacaron su miedo con la mano de gato de su ejército, corifeos del cruel tirano astuto y mano larga que usurpó la presidencia en Chile; no tuvieron piedad. Lo torturaron para hacerlo quebrar sus convicciones, delatar a sus pares, fracturarlo.

No lo logaron y el Director Supremo de ese siniestro circo mandó al Mamo Contreras, su verdugo, asesinarlo, de a poquito. Después de meses de infierno, le inocularon rabia. El virus de la rabia que en humanos tiene según la descripción científica: “fiebre acompañada de dolor de cabeza y depresión nerviosa. La víctima comienza a mostrarse inquieta y agitada, sufre espasmo severo en la laringe, comienza a respirar dificultosamente. Los espasmos se extienden a los músculos en forma intermitente, acompañados por temblores, taquicardia y detención de la respiración. Ataques de terror y depresión nerviosa, presentando tendencia a la vociferación, los alaridos y la agresividad, con accesos de furia, alucinaciones visuales y auditivas, babas y delirio. Ese período de extrema excitación dura tres días, y enseguida le sigue parálisis del rostro, de la lengua, de músculos de deglución, los oculares, y las extremidades de los miembros. Sea cual fuere el tipo de la rabia siempre presenta una evolución inexorablemente fatal para el paciente.”

Así, de esa manera infame imprescriptible, terminó nuestro camarada y compañero. Hoy ese ejército es el mismo, la reacción extrema es el poder y vientos ominosos ya se anuncian. En Valparaíso, en Punta Arenas, en Santiago ha habido secuestros, amenazas y tortura a estudiantes. Un antiguo CNI, el señor Labbé, lanza bandos militares a nuestros hijos que luchan por las mismas banderas que defendiera Jorge Fuentes. Si honramos su memoria y su martirio debiéramos continuar su puesto en la defensa de la dignidad, la justicia y la real democracia. Mientras toleramos que el Augusto Ramón muriera en cama y el Mamo haga su vida en cárcel de oro, no toleremos más que se repita la ignominia que sufrió Jorge en nuestros jóvenes.

¡Jorge Fuentes, el Trosko, viva en nosotros, siempre!

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Muy buena la nota.
Aunque no lo llamaría señor, simplemente: Labbéstia.

Saludos,
Juan

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