Este año se cumplieron, en agosto, 100 años de la muerte de Joaquín  Sorolla . La conmemoración es interesante; nos pone frente a un artista  que, luego de un siglo, ha logrado conservar sin mayor merma la enorme  fama y popularidad que gozó en vida. Murió a los 60, pero ya tres años  antes una hemiplejia, producto de exceso de trabajo, lo había mandado  fuera de las pistas. Era tal su pasión por la pintura, tal el placer que  le producía pintar, que simplemente nunca pudo detenerse. Lo intentó  (así lo dejan ver algunas cartas ), pero no pudo. Ya a los 40 era un  hombre rico, con encargos de distintas partes del mundo. Otro, en su  lugar, habría ralentizado un poco la marcha, optado por una vida de  exigencias más moderadas, pero él no. La pintura -pincel, color,  soporte- fue su gran pasión, desbordante, incombustible, y que supo  plasmar y transmitirnos en sus telas. Hoy, 2023, hasta el cuello con imágenes  digitales de resolución y colorido deslumbrantes, la obra del valencia...
Desde el litoral