Por Pablo Salinas   Su caso no fue, por cierto, el de un artista incomprendido. Al contrario, el fotógrafo Sergio Larraín  alcanzó en vida un reconocimiento pleno, incluso rutilante, al punto que ya antes de cumplir 30 la prestigiosa agencia Magnum  lo enroló entre sus filas y sus fotos eran codiciadas por las principales publicaciones del planeta. Su carrera no fue larga, por opción personal; en ningún caso, porque la musa lo haya abandonado o la crítica dado la espalda. El hecho es que, tras su muerte, hace más de una década, la fama no lo abandona y, más bien, se acrecienta. Hoy, Larraín es el referente máximo de la fotografía chilena, inspira novelas y documentales y se le sigue estudiando desde distintos frentes con avidez y pasión. Dejó, como todo artista, obra que, por diversas razones, no llegó a circular públicamente. Material de calidad que enriquece y complementa el perfil del creador desaparecido. A inicios de la década de 1980, cuando ya se había desligado de Magn...
  Por Fernando Viveros Collyer i)                  Un vino puede hacerte feliz (o casi). Y hay gentes que se hacen felices de muchas maneras. En cambio, hay gentes que nunca pueden. Resulta que no dan con la manera. Y no porque ella no exista, sino porque están o se han vuelto insensibles a sí mismos.   Hay personas en Algarrobo que se hacen a sí mismos felices amando lo que llaman su “patrimonio”. Por patrimonio dicen obras humanas y tiempo. Cada vez que creamos algo de las cosas que se ofrecen, esa creación aparece alrededor de alegrías y defectos. Imperfectamente llegan a lo real…   Sin embargo, el tiempo y los olvidos selectivos operan y esas obras, “a-medias”, de pronto reaparecen, historia transcurrida, como objetos adorables. O repudiables. O sea, sujetos de valor. Los patrimonialistas cultivan recuerdos, y multiplican esos valores.   Quienes, no hay caso, no acerquen felicidad de la bu...