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Mostrando entradas de abril, 2013

A propósito de la exhumación, por Pablo Salinas

A Neruda, convengamos, le fue bien en la vida. Aparte de los premios -que a veces llegan tarde y mal-, el vate tuvo tres casas. No conforme con levantar rancho en las dos más importantes metrópolis nacionales -Santiago y Valparaíso-, el hombre se las arregló para hacerse de su propia casa de veraneo, un espacio de descanso y señoriales labores junto al mar. Y fue a la larga curiosamente esta última donde, en el tramo final de su vida, concentró sus más sentidos empeños. La casa de Isla Negra se convirtió de esta manera en, con holgura, la más atractiva, la más famosa, la vedette de las tres. Hordas de turistas extranjeros la visitan año a año, ávidos por caer subyugados bajo el mítico encanto de esas maderas que atesoran la más alucinante colección de monedas antiguas, caracolas, mascaronas de proa y un largo etcétera. Muchos en el pueblo, oriundos, se encogen de hombros y ladran: "¿Y qué? A nosotros Neruda no nos aporta nada." Los herederos del Nobel, por su parte, acusan...