22/8/14

A horas del premio, por Pablo Salinas


El manipuleo por parte de las élites o grupos de poder se manifiesta en cada uno de los campos del quehacer de la plebe: a nivel político, religioso, informativo, alimentario... En una palabra, la estrategia consiste en moldear hábitos, dirigir conciencias, diseñar "opiniones públicas". Los más avispados entenderán fácil que esta pelea se libra netamente en el campo de ese asunto que conocemos como "cultura". Así como se atienden con un de sobra conocido énfasis aspectos culturalmente más cotidianos, vulgares, populares -televisión, vida de mall, culto exagerado al fútbol-, tampoco se descuidan los aspectos menos masivos, más restringidos y marginales, de, digamos, la "alta cultura": las artes. Para eso están los premios. Nada mejor para concentrar en trance hipnótico la atención de la plebe que hacer caer desde las alturas una luz dorada sobre determinada figura.


Hoy se viven tiempos de premios, los Nacionales. Ayer se entregó el de Música, esta mañana el de Ciencias. El músico máximo ha sido un señor calvo, quizá octogenario, de semblante adusto. Schidlowsky. Todavía tengo cierta memoria, sé que por ahí tengo un CD que alguien me regaló hace años en cuya carátula figura su nombre. Me apuro en revisar en mi montoncito de discos "nunca o muy rara vez escuchados" y ahí está, su Piano Quartet. Está claro que este premio, de la Música, nunca ha tenido ni la mitad de la fama del de Literatura. Aún así, esta vez ciertas voces entran al ruedo -como la de Pato Manns- y se genera cierta trifulca. Lo clásico: ¿fue merecido o no fue merecido? Espanta, por ejemplo, que se eche mano a argumentos curriculares para justificar la distinción: que estudió en Alemania, que ha recorrido el mundo y se ha codeado con los más grandes. Con Huidobro, hay que decirlo, constantemente se hace lo mismo: nómbrame a un artista europeo famoso de principios del siglo veinte a ver si no fue amigo o conocido de Huidobro. No hace falta, es de muy escaso gusto, pero eso pone en evidencia que tanto o más que los méritos artísticos lo que muchas veces hace que se incline la balanza son otras cuestiones. A cualquiera con mediana sensatez no podría sino hundirlo en profundo descontento enterarse que a Borges se le negó el Nobel por sus inclinaciones fascistas, por haberse hecho colgar del cuello una medalla de Pinochet y ese tipo de cosas. Si de fascistas se trata, Stravinsky, el campeón imbatible de las vanguardias, fue también un monarquista declarado que, además, reconocía sin empacho que no creía que en el mundo existiera alguien que venerara a Mussolini más que él. Muy por encima de cualquier premio, su música, tras ya un siglo de creada, goza de una salud y una vigencia sencillamente encomiables.

La puja por el ganador del Nacional de Literatura acabará esta tarde; dos nombres parecen concentrar el favoritismo de los expertos: Lemebel y Marín. Por desgracia no he leído más que una pocas páginas de cada uno. De Lemebel, algunas crónicas; de Marín, un libro de memorias frente al cual tengo que hacer abluciones cada vez que intento avanzar un par de páginas. (Convengo: todo autor, hasta el más grande, tiene sus puntos bajos). Lemebel, por su parte, parece concentrar el mayor grado de tontilismo entre sus adherentes: habría que dárselo (el Nacional) porque es gay, porque es travesti, porque sería comunicacionalmente a nivel país una buena señal: Chile, por tradición conservador y una pizca naftalinoso, se abre al mundo, se abre a los nuevos aires, haciéndole un guiño a las minorías.

No hay que premiar a las minorías, no hay que premiar a los gays, a los travestis, ni a los sordomudos ni a las azafatas de líneas aéreas económicas con síndrome de menopausia prematura. Hay que distinguir la calidad artística, los verdaderos méritos, los únicos méritos, la carga de vísceras que hay en esa obra, la carga de fuego, de luz.

Escucho por enésima vez y renovado goce los ritmos incombustibles de la Consagración de la Primavera del fascista Ígor.

3 comentarios:

foto@andresscruz.cl dijo...

Lemebel, un virtuoso en vida, Scármeta no existe, ahora si...

Anónimo dijo...

De los Literarios, ciertamente me manifisto por Pato Manns, aunque algunos mañosamente aristoteliqueando lo descargan al de mùsica. El PN premia una vida dedicada al arte correspondiente, por lo tanto no debe extrañar un candidato octogenario. Tal vez, Schidlowsky ya recibiò el Premio de Chile esto es el ninguneo soez. Yo conocì a Schidlowsky en los años 50 cuando daba conferencias ilustradas sobre la mùsica dodecafònica y atonal en las Juventudes Musicales (que ahora, supongo, son algo + que juventudes. Pemiar serìa premiar a Falabella (muerto), Darwin Vargas, Vicente Asuar, todos los que tuvieron el coraje de ser vanguardistas en una època màs gris que los ternos de los chilenos.

Anónimo dijo...

El autor del comentario anterior no wa anònimo es Hernàn Castellano Giròn, frecuente en estas pàginas.