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Levantemos Chile


Por estos lados, viene de terminar una mega-romería en honor a un filántropo. Y como además de hombre de negocios y destacado motivador social, el homenajeado era aficionado -cuestión de familia- a las velas, zarparon decenas de yates a dar una vuelta por la bahía a modo de último adiós. La historia es por todos conocida pero conviene repasarla en un par de líneas: tras el devastador remezón de febrero del 2010, la costa desde San Antonio a Talcahuano fue acaso la zona del país que sufrió con mayor rigor el brutal reacomodo de las placas de Nazca y Sudamericana; decenas de pequeños poblados se vinieron literalmente al suelo, tras ser castigados por partida doble tanto por la sacudida telúrica como por la incontenible arremetida de los mares. Ante tan desolador panorama, emergió la figura, ampliamente difundida por los medios, de este singular personaje que sin ser funcionario de gobierno ni pertenecer a ONG alguna se autoimpuso la tarea de ayudar en la reconstrucción del país, levantando una escuela ahí donde no habían quedado más que fierros retorcidos, entregando nuevas embarcaciones a los pescadores que no habían logrado rescatar más que algunos remos y redes maltrechas tras el avance devorador de las olas. Y así. Se convirtió, en breve, en una suerte de espontáneo e ideal "elemento de enlace" entre el mundo empresarial -de donde provenía- y los sectores más duramente afectados por el terremoto.
Hasta cierto punto, en las últimas décadas el canon mercantilista (o "doctrina del mall") nos ha sometido a tal punto que a nadie le llamó demasiado la atención ver el grado de protagonismo que este empresario adquiría en las labores de reconstrucción. Mal que mal, habremos pensado muchos, la ecuación es la correcta: las lucas están en las empresas, quien sepa llegar ahí asegura que todo se mueva de manera más rápida y efectiva. El Estado -y déjate ya de trasnochadas insinuaciones- hace rato que ya dejó de ser el único y exclusivo gran padre socorredor y asistencialista. Si lo que se buscan son soluciones rápidas, efectivas y modernas, ya nadie siquiera duda que es hacia el mundo privado donde hay que apuntar. Las labores de reconstrucción de un país -escuelas, hospitales, calles y plazas- no son la excepción.
Mal que mal -habremos repetido a coro todos nosotros-, nuestras autoridades están para otras cosas, para otros asuntos. Para administrar el fundo. Y, dichas las cosas sin remilgos, tan mal no lo han hecho: hoy las arcas fiscales gozan de un superávit inédito; más de 2.700 millones de los verdes (correspondientes al primer trimestre del año en curso) pasan a engrosar el colchón para... ¿qué? En fin. El ABC de cualquier criatura con un mínimo de sentido común (de la economía) capta que el ahorro es un hábito deseable, apretarse el cinturón nunca viene mal, máxime cuando se trata de un país chico y -horror de horrores- el panorama mundial anuncia nubarrones para nada amigables. Por lo demás, y que quede más que claro, nuestros 2.700 milloncitos es una cifra exigua frente a los 30.000 habría que desembolsar para volver a poner en pie hasta el último ladrillo que los reajustes tectónicos tuvieron la desatinada ocurrencia de echar abajo. De hecho, el solo patrimonio del clan número uno en Chile según Forbes, los Luksic, lo sobrepasa con largueza: 19.200. Es decir, puestos los números sobre la mesa y dicho en buen chileno, harto más importante sería esperar que se rajen los Luksic a que lo haga Tatán con sus cagonas veinte chauchas.
En el merecido homenaje de esta tarde, cada uno de los dueños de yate que tripulaban en fila sobre las esta vez dóciles aguas del Pacífico tenían más que claro este punto: siempre es admirable que exista alguien que haga lo que ya nadie está dispuesto a hacer. Hasta el límite de la autoinmolación.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Un merecido homenaje por el trasvasije de lucas! Nadie se autoinmola por nada. Simplemente los aviones se caen.
Anónimo ha dicho que…
Entonces el bueno de Cubillos y de Camiroaga merecen lluvia de pétalos de rosas y lágrimas por su alcance mediático, la generosidad pa los ricachones...

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