Tal vez fue porque me equivoqué y pensé que entraba al comando del no . O simplemente porque cualquier alusión a San Francisco todavía me sigue cayendo en gracia es que le acepté a un viejo amigo su invitación a pasar a verlo a eso de las cuatro o cinco de la tarde al meeting freísta, a esperar los resultados . Quizá, en definitiva, no me haya animado más que un mórbido afán por contemplar en directo, en presencial, las caras de la derrota. Cualquiera medianamente informado, sin necesidad de poseer especiales dotes de pitoniso, sabía que el triunfo del abanderado de la estrellita multicolor era el único desenlace posible en la jornada de ayer. Llegué, pues, vencí todo escrúpulo y ahí estaba algo pasada la hora convenida. El plato, en líneas generales, no decepcionó. Delfina que, como una vieja camarada, parecía una figura de Ibsen paseándose lívida dando declaraciones a los siempre ávidos de la prensa; la chica Malebrán , con varios meses de embarazo a cuestas, en tonos cafés lamentán...
Desde el litoral