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Mostrando entradas de enero, 2014

Diario de un fotógrafo perdido en la costa (IV)

De un momento a otro, me da la impresión que todos queremos trabajos juntos . Es decir, el trabajo propicia que se manifiesten nuestras apetencias de unión más íntimas. En cierta medida. Creo que los filósofos alemanes, con esa insólita tendencia a escarbar en todo, abordaron el tema del trabajo. Llegaron a la conclusión de que éste no formaba parte de la libertad del hombre. El brillante Santiago Sierra va más allá y dice que el trabajo es derechamente la dictadura. Entiendo a lo que apuntan: el trabajo entendido como esa obligación que la sociedad impone para acceder al sostén de las lucas. Pero a veces también el trabajo es el juego, en que el hombre se embarca para, más allá del sustento económico, intercambiar energías, propiciar el encuentro, el estímulo intelectual. Qué sé yo. El hecho es que veo a Margarita y Antonia que hace unas semanas se entusiasmaron como dos colegialas con la idea de trabajar juntas vendiendo libros; ahora en un día un tipo al que recién conozco y con q...

Diario de un fotógrafo perdido en la costa (III)

A la mañana siguiente, desperté masticando un detalle: la marca de la cerveza ofrecida por Esteban. Valdiviana, de nombre mapuche, distinguida con varios premios, absolutamente artesanal y perfectamente desconocida para mí (su etiqueta, en clave étnica, era muy mona). A medias despierto, mientras preparo el desayuno no dejo de pensar con cierto asombro en ese tipo de individuos que rehúsan comprar las marcas que atestan los supermercados, optando con innegable satisfacción por productos alternativos , dos o tres veces más caros pero consagrados con el aura de lo exclusivo . Darse gustos, mierda, de eso se trata. Esteban se los da. Así como con las cervezas, con la música. Más allá de las grabaciones inéditas, los DVDs fuera de catálogo, acceder al peldaño superior: asistir a los recitales, en Europa o alguna ciudad gringa, comprar el souvenir y colgárselo como coraza de distinción, como la polera de los King Crimson de esa noche. Llegué tarde pero no tanto. Margarita dormía boca a...

Diario de un fotógrafo perdido en la costa (II)

La idea de los cerebros detrás de San Alfonso fue que, una vez dentro, te sintieras como en otro lugar, en otra parte. Una vez dentro, sobre todo una vez dentro de cualquiera de sus cientos de departamentos, el encuadre con las aguas color topacio de la laguna gigante, las palmeras y las motas de arena impoluta por aquí y por allá gatillara irreprimibles evocaciones a Miami o a la Riviera Maya. A la hora del ocaso, con la secuencia de sampleos étnicos dispuesta por Fernanda esparciéndose sobre una franja de cielo teñida de encendido carmín, este enrarecimiento espacial, este como no saber muy bien dónde diablos se está , se potencia al doble. Me recibe Fernanda, que con una toallita termina de secarse el pelo tras un reciente ducha. Va descalza. Lleva puestos los mismos pantalones de la tarde. Me parece bien. "Durante el día este departamento es un horno; a esta hora se pone genial", me comenta, tras hacer un gracioso giro en los talones en dirección a mi, y me sonríe. ...