El actual teatro de operaciones nos señala que sobre la pista hay una sola competidora, cuestión que, considerada bajo cualquier criterio del canon, resulta algo bien poco recomendable. Los armadores de imagen, los asesores de mercado -junto a la natural bonhomía de la ahora exclusiva competidora- conspiraron de manera un tanto excesiva para fortalecer a la candidata hasta niveles francamente desproporcionados. Avanzando al tranco que sea -al trote, cojeando o dando botes-, la carrera ya está ganada. Eso no puede ser. El espectáculo pierde interés, la gente se mosquea, empieza a rezongar. Urge entonces levantar cuanto antes al monigote que le haga de comparsa. La parodia del choque de fuerzas debe reposicionarse, reacentuarse. Funciona, la masa quiere que las distancias se estrechen, que los números de las encuestas se muevan, que todo no parezca tan cocinado . Por desgracia, los monigotes de turno van cayendo uno tras otro con enervante facilidad. Llega la hora de negociar. De dis...
Desde el litoral