A muchos parece molestarle sobremanera el silencio de Bachelet. A casi tres años del 27/F, cuando resurgen videos y documentos comprometiendo claramente su actuar como jefa de gobierno ante el remezón telúrico y, sobre todo, posterior tsumani, se levantan voces para que la actual segunda a bordo de la ONU deje de lado su obstinado ostracismo y declare, se defienda, diga algo. Pero la Bachelet no habla. No importa que no hable. Sus asesores eso lo tienen más que claro. Aunque el peso de las evidencias en su contra parezca grande, no importa. Voces más histéricas pueden exigirle que, incluso, pida perdón ante el país, pero sus asesores no se inmutan: pasará un tiempito y todo quedará en el olvido. Y el patrimonio mediático intacto. Ese, el mismo que la catapultó a la punta de las encuestas encaramada en una tanqueta hace ya algunos años, que se cimienta en su cercanía, su simpleza, que pese a que habla varios idiomas luce más como una afable pero digna dueña de casa que como una expe...
Desde el litoral