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Mostrando entradas de 2013

Diario de un fotógrafo perdido en la costa (I)

A estas alturas del campeonato, con otro año que se acaba -y un pueblo que de a poco se empieza a repletar de gente- no queda más que poner un mp3 del Clave Bien Temperado de Bach y echarse a la sombra a repasar las memorias de Néstor Almendros. Pero, curiosamente, a los pocos compases de tan diáfanas armonías, dejo el libro, me pongo de pie y apago. No quiero creer que es, como dicen en los noticiarios, la natural sobrecarga de esta época del año la que me pone así, poco concentrado, inquieto. Y si lo fuera, ¿qué? Decido ir al Líder, caminando. Ese lunar de cemento en medio de lo que fuera el páramo predilecto de los queltehues, inaugurado hace apenas un año, concentra e inyecta todo el tufo mercantil de la urbe. Al respecto no puedo sino evocar a mi amigo Víctor y su observación tan lúcida -como inútil- relativa al malogrado diálogo entre esa gran mole de fierro y asfalto, y el resto del entorno, de calles todavía de tierra y construcciones -más bien rústicas- de madera de escasa ...

El palacio de William, por Pablo Salinas

Hace algunos años, un crítico inglés de prestigio (usando su tribuna en un diario inglés de prestigio) señaló a William Blake como el "más grande artista que Gran Bretaña ha producido" . El anuncio es, cómo no, provocativo. Por encima de Donne, Coleridge, Shelley... (como de Constable, Turner y Hogarth). Mmm, ¿será así? ¿No será mucho? Uno se queda en ésa, rumiando tal aseveración, pero, con todo, lo claro es que nuestra percepción se re-adecúa (estos rankings buscan eso y lo consiguen). Los públicos que transitan por los palaciegos salones de los museos, frente a tanta tela sublime, tanta acuarela notable, no podrán sino detenerse unos minutos extra frente algún dibujito coloreado del que ha sido distinguido como "el más grande". Reviso a Blake, hay que hacerlo. Abrir uno de sus libros, cualquiera, y suspender una mano encima de sus páginas, como un chamán escamoteando un oráculo; cerrar los ojos y evocar alguna de sus imágenes oscuras y poderosas. Me parece e...

La representación, por Pablo Salinas

El actual teatro de operaciones nos señala que sobre la pista hay una sola competidora, cuestión que, considerada bajo cualquier criterio del canon, resulta algo bien poco recomendable. Los armadores de imagen, los asesores de mercado -junto a la natural bonhomía de la ahora exclusiva competidora- conspiraron de manera un tanto excesiva para fortalecer a la candidata hasta niveles francamente desproporcionados. Avanzando al tranco que sea -al trote, cojeando o dando botes-, la carrera ya está ganada. Eso no puede ser. El espectáculo pierde interés, la gente se mosquea, empieza a rezongar. Urge entonces levantar cuanto antes al monigote que le haga de comparsa. La parodia del choque de fuerzas debe reposicionarse, reacentuarse. Funciona, la masa quiere que las distancias se estrechen, que los números de las encuestas se muevan, que todo no parezca tan cocinado . Por desgracia, los monigotes de turno van cayendo uno tras otro con enervante facilidad. Llega la hora de negociar. De dis...

Pasteur, ese gran embaucador, por Pablo Salinas

Será porque me eduqué en colegio francés -el que, además, todavía se ubica en una calle de Santiago de Chile que lleva su nombre- que el asunto me golpea con particular intensidad, diría, cercanía: me sorprende la fama de la que todavía hoy sigue gozando Pasteur. Aquel químico orgulloso y arrogantillo, que como fiel adepto a la reacción conservadora que encabezara Napoleón III gozó del apoyo y los mimos de la oficialidad para desarrollar sus investigaciones. Cada vez que se vio enfrentado a científicos de real estatura, su escaso talento quedó siempre en franca evidencia. Frente al mismo Antoine Béchamp -al que la historia oficial todavía hoy insiste en confinar a un segundo plano-, los registros médicos de la época estampan una de sus más vergonzosas derrotas: cuando los empresarios franceses entraron en pánico por las pérdidas cuantiosas que les estaba reportando al negocio de la seda un mal que atacaba a los gusanos productores, la pebrina, mandaron llamar a los más destacados e...

A propósito de la exhumación, por Pablo Salinas

A Neruda, convengamos, le fue bien en la vida. Aparte de los premios -que a veces llegan tarde y mal-, el vate tuvo tres casas. No conforme con levantar rancho en las dos más importantes metrópolis nacionales -Santiago y Valparaíso-, el hombre se las arregló para hacerse de su propia casa de veraneo, un espacio de descanso y señoriales labores junto al mar. Y fue a la larga curiosamente esta última donde, en el tramo final de su vida, concentró sus más sentidos empeños. La casa de Isla Negra se convirtió de esta manera en, con holgura, la más atractiva, la más famosa, la vedette de las tres. Hordas de turistas extranjeros la visitan año a año, ávidos por caer subyugados bajo el mítico encanto de esas maderas que atesoran la más alucinante colección de monedas antiguas, caracolas, mascaronas de proa y un largo etcétera. Muchos en el pueblo, oriundos, se encogen de hombros y ladran: "¿Y qué? A nosotros Neruda no nos aporta nada." Los herederos del Nobel, por su parte, acusan...

El centralismo en cuatrocientas doce palabras, por Mario Barahona

El centralismo no está  en el centro de la metrópolis, está aquí dentro.  La gran metrópolis no está construida sólo con hormigón y vidrio, sino también con expectativas. ¿Dónde pondremos entonces nuestras expectativas? ¿Trabajamos-vivimos para las grandes empresas constructoras? El centralismo es como la TV: si la apagas, desaparece. Más aún, es saludable desenchufar el aparato para que no se produzca consumo vampiro que abulte nuestras cuentas el fin de cada mes. El centralismo es como las viseras de los caballos de feria, que además le cuelgan del cuello un saco con heno y le hacen creer que está en el campo. Con suerte le dan de beber agua, al menos al regreso de la dura jornada arrastrando un carretón ajeno con carga ajena por caminos ajenos. El centralismo escritural es la suma de todas las expectativas que pasman el espíritu y la mente tal como la TV al final de cada jornada de trabajo animal. Si tienes suerte bebes agua; si no la tie...

Reciclando el modelito, por Pablo Salinas

A muchos parece molestarle sobremanera el silencio de Bachelet. A casi tres años del 27/F, cuando resurgen videos y documentos comprometiendo claramente su actuar como jefa de gobierno ante el remezón telúrico y, sobre todo, posterior tsumani, se levantan voces para que la actual segunda a bordo de la ONU deje de lado su obstinado ostracismo y declare, se defienda, diga algo. Pero la Bachelet no habla. No importa que no hable. Sus asesores eso lo tienen más que claro. Aunque el peso de las evidencias en su contra parezca grande, no importa. Voces más histéricas pueden exigirle que, incluso, pida perdón ante el país, pero sus asesores no se inmutan: pasará un tiempito y todo quedará en el olvido. Y el patrimonio mediático intacto. Ese, el mismo que la catapultó a la punta de las encuestas encaramada en una tanqueta hace ya algunos años, que se cimienta en su cercanía, su simpleza, que pese a que habla varios idiomas luce más como una afable pero digna dueña de casa que como una expe...